Hoy voy a hacer de “crítico” de cine, mira, con el “Lincoln” de Spielberg.
Bueno, no sé si es una película o un capítulo largo de una serie, tipo "John Adams", de la HBO, 2008 (protagonizada por Paul Giamatti), aderezado con partes de "El Ala Oeste de la Casa Blanca" y con una pizca de "Tempestad sobre Washington" (Otto Preminger, 1962).
Bien ambientada históricamente (aunque con errores de bulto, disculpables en todo caso por aquello de la narración asequible), y con algunas partes muy interesantes desde el punto de vista del razonamiento jurídico-político sobre los poderes presidenciales en tiempos de guerra, lo "malo" para mí es que, más allá de otras consideraciones, la película no emociona, cuando el tema que trata daría para ello. Pero bueno, las emociones son como... vamos, que cada uno se emociona con lo que quiere. O puede.
Porque, hablando ahora en general, hay películas fatal hechas, canciones que no valen un pijo y libros que parecen escritos con el culo. Y a pesar de ello nos entretienen, nos emocionan y las vemos, escuchamos y leemos una vez tras otra por lo que cuentan, o cómo lo cuentan, o porque nos parece que las crearon pensando en nosotros. O porque nos las recomendaron, regalaron o dedicaron gente muy especial en contextos también muy especiales, y no podemos disociar la obra (por mediocre que sea) de esas personas o circunstancias.
Al fin y al cabo se trata de disfrutar (cada uno a su manera) de esas creaciones, aunque carezcan de la más mínima consistencia técnica. En condiciones normales de presión y humedad abandonaría el cine a los cinco minutos, quitaría la canción a los quince segundos o dejaría el libro al llegar a la segunda página. He hecho eso en más ocasiones de las que recuerdo. No sé si el arte existe para emocionar; ni si a mayor perfección técnica se produce un sentimiento más intenso; pero algunas veces nos emocionan cosas (incluso personas) que carecen del mínimo nivel; igual es eso lo que cuenta, la emoción.
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La formación jurídica autodidacta de Lincoln (por tanto insuficiente) y su consideración de alumno avanzado de la "escuela de la vida" (deja que me ría) lo hacen un tipo ingenioso, dado a las anécdotas-chascarrillos que aplica como "solución" a los graves problemas y decisiones difíciles, incluso trascendentes, que hubo de adoptar durante su mandato.
Abraham Lincoln, fotografiado por A. Berger en 1864 |
Fracasado en su vida personal-sentimental, físicamente valiente, trabajador incansable, depresivo, y de alguna manera sensible al sufrimiento humano, pero más ante el del vecino que tiene un primo encarcelado que ante las miles de vidas perdidas inútilmente en campos de batalla. Su ideología política se reduce (aparte los "dichos" ingeniosos) al más rancio centralismo (¿jacobino?) precisamente en una nación surgida de la unión voluntaria de Estados libres.
A esa "Unión" (con él al frente, evidentemente) supedita todo lo demás, incluso los derechos individuales. La cuestión de la esclavitud la afronta desde un punto de vista instrumental, reducida a su vertiente jurídico-política, sin ningún tipo de connotación moral: es un racista convencido como, por otra parte, la mayoría de sus compatriotas blancos en esa época.
Su mandato presidencial coincide casi exclusivamente con el período de la Guerra de Secesión, y una guerra no es el campo mejor abonado para el respeto escrupuloso de los derechos ni las libertades individuales, ni para andarse con exquisiteces: es una guerra, es un asco, todo lo contrario de la civilización, el fin justifica los medios, es una barbarie de pesadilla y ya está. Aún así, el "viejo Abe" aprovecha la coyuntura para dar rienda suelta a sus más bajos (quizá no tenía otros) instintos despóticos actuando con arbitrariedad sin límite; eso sí, siempre a golpe de chascarrillo simpático cara a la galería.
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Un tipo que, como Spielberg, opina que "Centauros del Desierto" es la mejor película jamás hecha entiende de esto, pero sólo me gustan algunas de sus obras, por diferentes y concretas razones.
Por motivos personales e intransferibles, les tengo mucho cariño a "Encuentros en la Tercera Fase" y a "Parque Jurásico". Me gustan mucho (a diferencia de la mayoría de crítica y público) "Amistad" y "1941". Y, más coincidente con esa mayoría, aprecio la primera de Indiana Jones y "El diablo sobre ruedas". Y los primeros 20 minutos del "Soldado Ryan". Y no me canso ni me cansaré de ver "El imperio del sol". Lo demás (ET, Schindler, Color Púrpura, las de Tom Cruise, etc.) no me interesa. Bueno, de ET siempre salvaré este fragmento:
Habré visto también unas 73 veces "Blues Brothers" ("Granujas a todo ritmo"), pero ahí lo único que hace Spielberg es salir comiendo un sándwich al final de la película.
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En un par de escenas de la película aparece como "extra", ya que no recita ni una línea, un personaje (encarnado por el "actor" Asa-Luke Twocrow) que fue miembro del Estado Mayor del general Grant.
Ely Parker (1828-1895) fue miembro de la tribu de los "Séneca" (una de las que conformaban las "Seis Naciones" de la confederación iroquesa) nacido, antes de cristianar, con el nombre de Hasanoanda; previamente a la contienda fue abogado (aunque no se le permitía actuar ante los Tribunales por no considerársele ciudadano americano) e ingeniero civil. Con la Guerra se unió al Estado Mayor de Grant, llegando a ser su Secretario militar, además de amigo personal. Al llegar la paz ocupó diversos cargos en la Administración y, a pesar de ello (¿o precisamente por ello?) murió arruinado.
Ely Parker redactó de su puño y letra los términos de la rendición de Lee en Appomatox (en la ilustración aparece recogiendo papeles con el coronel Charles Marshall, secretario-ayudante de Lee). En esa ocasión Lee lo confundió con un negro pero, dándose cuenta de su error, se disculpó (!) y le manifestó su alegría por encontrarse en ese momento histórico ante un "auténtico americano". Parker le respondió: "Todos nosotros somos americanos, señor".
"The Surrender", Keith Rocco |
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