27/8/14

My old Kentucky home

Los conocidos como "Border states" eran Estados situados territorialmente en la "frontera" que separaba la Unión y la Confederación y cuya adscripción a una o a otra, al menos en un principio, no estaba clara.

Las circunstancias en cada caso (Delaware, Maryland, West Virginia, Kentucky y Missouri) eran diferentes, pero hoy hablaré de Kentucky, oficialmente neutral al inicio de la guerra, pero que acabó alineado a favor del Norte después que un torpe intento de invasión sudista violara esa neutralidad. (Curiosamente nacieron en Kentucky tanto Lincoln como Jefferson Davis, Presidente de los Estados Confederados del Sur).

La población de Kentucky estaba dividida en sus lealtades, de hecho se formaron regimientos tanto en favor del Sur (9) como de la Unión (60) y, tras la guerra, se mantuvo de algún modo esa "división".

Will Rogers, Irvin S. Cobb y John Ford en el rodaje de "El Juez Priest", 1934

Con lo que voy ya al pretexto de esta entrada, la película "The sun shines bright", John Ford, 1953 ("El sol siempre brilla en Kentucky"), basada en los relatos de Irving S. Cobb, tal y como "Juez Priest", 1934, también de Ford, y de la que ya hablé aquí.

Escena de "The sun shines bright", 1953

"The sun shines bright" toma su título de una estupenda canción de Stephen Foster, "My Old Kentucky Home", ampliamente versionada por, entre otros (y sólo cito algunas de las que “atesoro”): Paul Robeson, Al Jolson, Bing Crosby, Louis Armstrong, Johnny Cash, Randy Newman…


Stephen Foster murió en 1863, a los dos años de empezar la Guerra, a la edad de 37, no de un tiro en un ojo ni de una esquirla de metralla en el cerebro, sino arruinado en un hotel de mala muerte del Lower East Side de Manhattan. Por cierto, que también es autor de este conocido tema, que aquí interpreta, al modo James Taylor... el propio James Taylor.


Y también sobre Kentucky, es inevitable no recordar esta otra, compuesta por Bill Monroe:

16/8/14

Virtud indiscutible


El dr. Capers, nacido en Charleston, era cirujano del Ejército Confederado durante la Campaña de Vicksburg. El 11 de mayo de 1863, en la batalla de Raymond (Mississippi), Capers atendía a un soldado confederado que acababa de ser herido por una bala yanqui, la cual le había perforado la tibia y rebotado a través de carne y huesos, antes de salir de nuevo despedida desde la zona de la ingle.

A unos 300 metros de allí, en el porche de una típica casa sureña, una madre y sus dos jóvenes hijas observaban la refriega, dispuestas a hacer uso de sus enaguas como vendas para los heridos en cuanto fuese necesario. El cirujano estaba remendando al soldado lo mejor que podía cuando la buena señora llegó corriendo hasta él diciéndole que su hija mayor había sido gravemente herida. El dr. Capers la examinó y descubrió que había sido alcanzada por una bala en el abdomen. La trató tan bien como supo, aunque pensó que no sobreviviría. Pero sobrevivió.

Capers la visitó varios meses después y la encontró en excelente estado de salud y ánimo, si bien "su abdomen se había vuelto anormalmente agrandado, tanto como para parecerse a un embarazo del séptimo u octavo mes".

El médico, por supuesto, rechazó la posibilidad del embarazo no sólo porque la joven era una doncella de reputación impecable, sino porque la evidencia física demostraba su inocencia. Sin embargo, 278 días después de haber sido herida, la muchacha dio a luz un precioso chico de nueve libras (4'8 Kg).

Semanas más tarde, la joven madre llamó de nuevo al médico, alarmada porque había encontrado algo extraño en la zona de la ingle del bebé. El examen mostró una "sustancia rugosa". El cirujano operó rápidamente y extrajo del niño una bala aplastada y golpeada como si hubiera pasado en su trayectoria por un elemento duro e inflexible, tal vez la tibia de un soldado rebelde.

Tras noches en vela considerando la situación, el buen doctor llegó a la conclusión ("no puede haber otra solución al fenómeno" —se dijo) de que la bala había recogido semillas vitales al pasar a través de la ingle del soldado, atravesó el abdomen de la joven y se alojó en su ovario con los resultados que ahora se revelaban.

El dr. Capers buscó y encontró al soldado que había sido herido y le contó lo que sospechaba. El soldado visitó a la joven y, aunque no sabemos si creyó la historia, lo cierto es que se casó con ella y vivieron felices para siempre, llegando a tener dos hijos más, aunque ninguno se parecía al padre tanto como el primogénito.

A estas alturas, imagino a los más escépticos con gesto de incredulidad; pero expongo las razones por las que yo sí creo la historia de la "bala preñadora":

1. Si el herido hubiera sido un cobarde yanqui y la joven una de tantas prostitutas que seguían al ejército del Norte, podría haber explicaciones más probables para el embarazo. Pero el confederado era un caballero sin mancha (como todos los soldados del Sur) y la joven damisela era de virtud indiscutible (como todas las doncellas del Sur), por lo que la "bala preñadora" es la única explicación posible.

2. El dr. Le Grand T. Capers publicó un artículo científico contando esta historia en la edición del 7 de noviembre de 1874 del "American Medical Weekly", con sede en Louisville, Kentucky. Y es sabido que los consejos editoriales de las revistas científicas prestigiosas no se prestan jamás a publicar sandeces no demostradas.

3. Si hay algún médico ahora en la sala que ponga en duda esta cuestión, afirmo que no está lo suficientemente familiarizado con el código del honor del Sur, ni con los principios y peculiaridades anatómicas del s. XIX.

4. Y para acabar con cualquier posible duda, aquí la prueba gráfica: en el Museo del viejo Palacio de Justicia de Vicksburg (Mississippi), a sólo 35 millas al este de donde tuvo lugar la batalla de Raymond, se exponen la bala, una foto del dr. Capers, y una copia de su artículo científico.


(Esta historia está dedicada, con el máximo respeto y consideración, a mi viejo y buen amigo Miquel Real; pocos hombres conozco tan cultos y comprometidos).

14/8/14

Chateando

Pues resulta que hay una aplicación de juegos para el móvil, llamada QuizUp, a la que estuve medio enganchado hace unos meses, luchando a brazo partido por mantener la bandera nacional (rojigualda, quiero decir) contra adversarios de Conecticut, Idaho, Louisiana, Virginia, Ohio… incluso de la India (hay gente pa tó)... y en la que llegué a conseguir esto, que no es nada, pero para una vez que uno es el primero en algo...



Pues esa aplicación permite comunicarse mediante una especie de “chat” con tus contrincantes. Y ahí estaba yo chateando, a mis años, con una tal Katherine, de Londres, que me contaba sus viajes a Gettysburg mientras discutíamos sobre algunos “what if…” de las batallas de la Guerra de Secesión.

Aunque puede que la tal Katherine en realidad se llamara Desmond y chateara con una taza de té ante su ordenador, en su grasienta cocina enmoquetada, con unos slips con la goma de la cintura pasada, una camiseta de tirantes y barba de una semana, mientras se quita la pelusilla del ombligo, que nunca se sabe.


Bueno, el caso es que tampoco tenía mayor interés en compartir con Katherine (o Desmond, o Gustavus, o Thadeus) ni unas gachas, y teniendo en cuenta que con mi cacahuero inglés podía haberle colado, sin ser consciente de ello, la receta del cocido de mi madre (¿cómo se dirá “unto” en inglés? ¿y cachola?), pero lo cierto es que esas conversaciones me dieron bastantes ideas para historias que suelo poner aquí, por lo que cuenta con todo mi agradecimiento.