Pues resulta que hay una aplicación de juegos para el móvil, llamada QuizUp, a la que estuve medio enganchado hace unos meses, luchando a brazo partido por mantener la bandera nacional (rojigualda, quiero decir) contra adversarios de Conecticut, Idaho, Louisiana, Virginia, Ohio… incluso de la India (hay gente pa tó)... y en la que llegué a conseguir esto, que no es nada, pero para una vez que uno es el primero en algo...
Pues esa aplicación permite comunicarse mediante una especie de “chat” con tus contrincantes. Y ahí estaba yo chateando, a mis años, con una tal Katherine, de Londres, que me contaba sus viajes a Gettysburg mientras discutíamos sobre algunos “what if…” de las batallas de la Guerra de Secesión.
Aunque puede que la tal Katherine en realidad se llamara Desmond y chateara con una taza de té ante su ordenador, en su grasienta cocina enmoquetada, con unos slips con la goma de la cintura pasada, una camiseta de tirantes y barba de una semana, mientras se quita la pelusilla del ombligo, que nunca se sabe.
Bueno, el caso es que tampoco tenía mayor interés en compartir con Katherine (o Desmond, o Gustavus, o Thadeus) ni unas gachas, y teniendo en cuenta que con mi cacahuero inglés podía haberle colado, sin ser consciente de ello, la receta del cocido de mi madre (¿cómo se dirá “unto” en inglés? ¿y cachola?), pero lo cierto es que esas conversaciones me dieron bastantes ideas para historias que suelo poner aquí, por lo que cuenta con todo mi agradecimiento.
Pues esa aplicación permite comunicarse mediante una especie de “chat” con tus contrincantes. Y ahí estaba yo chateando, a mis años, con una tal Katherine, de Londres, que me contaba sus viajes a Gettysburg mientras discutíamos sobre algunos “what if…” de las batallas de la Guerra de Secesión.
Aunque puede que la tal Katherine en realidad se llamara Desmond y chateara con una taza de té ante su ordenador, en su grasienta cocina enmoquetada, con unos slips con la goma de la cintura pasada, una camiseta de tirantes y barba de una semana, mientras se quita la pelusilla del ombligo, que nunca se sabe.
Bueno, el caso es que tampoco tenía mayor interés en compartir con Katherine (o Desmond, o Gustavus, o Thadeus) ni unas gachas, y teniendo en cuenta que con mi cacahuero inglés podía haberle colado, sin ser consciente de ello, la receta del cocido de mi madre (¿cómo se dirá “unto” en inglés? ¿y cachola?), pero lo cierto es que esas conversaciones me dieron bastantes ideas para historias que suelo poner aquí, por lo que cuenta con todo mi agradecimiento.
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