30/6/14

John L. Burns y Timothy H. O'Sullivan

John L. Burns, nacido en Nueva Jersey en 1793, participó en la guerra angloamericana de 1812 y en la guerra contra Méjico en 1843.

Al estallar la Guerra de Secesión quiso alistarse, pero se le impidió por su avanzada edad (casi 70 años) y trabajó como conductor de carros al servicio del ejército de la Unión, hasta que fue nombrado alguacil de una insignificante localidad de Pennsylvania: Gettysburg.

El primer día de la batalla (1 de julio de 1863) Burns, con 69 años, cogió su mosquete de chispa y el típico cuerno de pólvora y salió de su casa (vestido con sus mejores galas, sombrero de copa incluido) a matar rebeldes; encontró un soldado nordista herido, de quien tomó su rifle y munición más modernos, y se le permitió luchar como francotirador desde los bosques por la protección que los árboles ofrecían no sólo de las balas enemigas, sino también del sol de julio.

Peleó hasta bien entrada la tarde (y sí: mató a algunos rebeldes); las líneas de la Unión se retiraron apresuradamente entonces y dejaron a Burns caído en el campo de batalla, con heridas en el brazo, la pierna y el pecho, aunque fue capaz aún de arrastrarse lejos de su arma y enterrar la munición justo antes de ser encontrado por el enemigo.

Hizo bien porque, de otro modo, hubiera sido ejecutado allí mismo por combatiente no uniformado; el viejo logró convencer a los sudistas de que era un simple civil que rondaba el campo de batalla en busca de su esposa inválida, y un médico confederado curó sus heridas.

Esta foto es de Timothy H. O'Sullivan (1840-1882), ayudante del famoso fotógrafo Matthew Brady, y fue tomada algo después de la batalla mientras Burns se recuperaba de esas heridas:


Pronto se corrió la voz y John L. Burns se convirtió en celebridad y héroe nacional, fue visitado incluso por el propio Lincoln, y hasta el famoso Francis Bret Harte le dedicó un poema, de esos épicos y así.

En sus últimos años la mente le empezó a fallar y habitualmente sus amigos debían salir a buscarlo por los campos cuando erraba inconsciente; una vez llegó hasta la ciudad de Nueva York, donde fue encontrado una noche de invierno-frío-forastero en estado de absoluta indigencia.

Lo llevaron de vuelta a casa, pero allí ya murió de una buena neumonía en febrero de 1872, con casi 80 años, no está mal.

Y, por el mismo e increíble precio que aparece en sus pantallas, pongo esta otra fotografía de Timothy H. O'Sullivan, tomada en el río North Anna, Virginia, en 1864, en la campaña del asedio de Petersburg. Se ven al fondo las ruinas del puente del ferrocarril que unía Richmond y Fredericksburg.

29/6/14

Algunos libros para enterarse de la Guerra

Para libros escritos (no traducidos) en castellano sobre la Guerra de Secesión, "Norte contra Sur" del historiador y escritor Jesús Hernández (aquí su blog), es para mi el mejor, superando a muchas obras de autores americanos.



Este otro, que me trajo una amiga de uno de sus viajes por el mundo, es uno de los que más me ha enseñado sobre la Guerra, a pesar de mis dificultades para leer en lenguas diferentes del bable clásico.

La serie de libros divulgativos "Don't Know Much About... " sobre historia americana fue creada por el escritor Kenneth C. Davis con el fin de transmitirla de forma sencilla a jóvenes y público digamos "no especializado". Sólo conozco este libro de la serie, pero si el resto se encuentra al mismo nivel, y dado el éxito de ventas, habrá que replantearse el topicazo sobre la ignorancia del americano medio acerca de la Historia en general.

Y por último (de momento), este otro, tan interesante como mal escrito; dentro de los libros "divulgativos" (dicho eso sin ningún matiz peyorativo) fue el primero en el que encontré noticia de un interesantísimo personaje: Montgomery Meigs (1816-1892), un personaje tan poco conocido como decisivo para la victoria del Norte (vistió y alimentó a su ejército), que creó el cementerio de Arlington, el acueducto de Washington y terminó la cúpula del Capitolio.


28/6/14

La General

Por si apetece un rato de cine este sábado, aquí dejo esta obra maestra que, según dicen, y al menos en el episodio de los espías nordistas, está basada en hechos reales.


Y aquí una imagen promocional de la película; por cierto, con un uniforme de caballería que en ningún momento aparece en aquélla.

27/6/14

Redes sociales

La batalla de Stone's River, en Murfreesboro, Tennessee, enfrentó a dos de los más nefastos comandantes de ambos bandos.

Bragg
Braxton Bragg (1817-1876) tenía como único mérito su amistad con Jefferson Davis, Presidente de los Estados Confederados; esas son las verdaderas redes sociales, no el Facebook ni el Twitter, que no te pueden colocar un primo en el Ayuntamiento, a un compañero de promoción de Secretario de Estado, ni a un Titular como Catedrático porque ya le toca.

Rosecrans
Me desvío. Decía que Bragg, además de militarmente inútil (se quedó en primero de "asalto frontal" y de ahí no pasó), era un capullo iracundo e insufrible, pero un capullo con buenas conexiones que, al fin y al cabo, es lo que cuenta. Por su parte, William Rosecrans (1819-1898) no dejó de meter la pata (rozando el palo, o más, de la cobardía) durante toda la guerra hasta ser destituido por Grant cuando éste, que no aguantaba media tontería, asumió el mando de las fuerzas de la Unión en el oeste.

La batalla de Stone's River (31 de diciembre de 1862) trajo consigo unas 25.000 bajas entre muertos, desaparecidos, heridos y prisioneros. Los dos comandantes siguieron haciendo de las suyas hasta el final de la guerra y, más allá, fueron reconocidos con honores y homenajes.

Litografía de Kurz y Allison (1891)

26/6/14

El hombre de negro

“The Battle Hymn Of The Republic” (con letra de Julia Ward Howe, no de cuánto me gusta tu nombre, Soledad), fue popularizado al inicio de la Guerra de Secesión, cantado por las tropas de la Unión y hasta hoy ampliamente utilizado en muchas de las peculiares y patrióticas ceremonias que se suelen celebrar en los EEUU.

Esta versión no es ni de lejos la mejor, pero la pongo porque pocas veces al cantante le hacen los coros la suegra y las cuñadas; supongo que de ahí lo de “El hombre de negro”.

25/6/14

La misma tontuna

El asunto de la estupidez humana no sería tan grave si el aceporrillao no tuviera seguidores y 'fans' que ríen las gracias porque, claro, el tontucio se crece, y le imitan, y acaba creando escuela.

Henry B. Hidden fue el primer oficial de caballería del Ejército del Potomac (fuerzas de la Unión en el este) muerto en combate, liderando una carga contra el enemigo hasta que lo frenó un tiro en el cuello. Se le dedicaron monumentos, cuadros y poemas épicos y tal. La cosa fue que Henry cargó, de frente y sin ninguna necesidad táctica, al mando de 14 dragones contra una fuerza enemiga de casi 200 confederados. Y claro, pasó lo que tenía que pasar.

La misma tontuna de Custer en Little Big Horn, o de Lucan en Balaclava; al menos a las familias les quedaría el ‘consuelo’ de que, a diferencia de estas otras dos masacres, los suyos sólo fueron 14 y, eso sí, también les pintaron cuadros y les dedicaron poemas.

(El cuadro es de Victor Nehlig)

24/6/14

Violines

Solomon Conn, un soldado de la Compañía B del Regimiento nº 87 de Indiana, no aprendió nunca a tocar el violín (cosa que nos ocurre aún hoy a la gran mayoría de los seres humanos), pero el 1 de mayo de 1863 compró uno en una tienda de Nashville, Tennessee, y lo utilizó para grabar a modo de diario, en la parte exterior del fondo del instrumento y en sus laterales, una lista de todas las batallas y escaramuzas en que participó (unas 30), incluso de los lugares que visitó durante la Guerra.


En este video de la película "Gettysburg" se escucha un violín de fondo mientras 'Tom Chamberlain' conversa con unos prisioneros rebeldes; la canción que suena es "My Old Kentucky Home", compuesta por Stephen Foster en 1852 e interpretada, entre otros muchos,  por Paul Robeson, Judy Garland, Al Jolson, Bing Crosby, The Sons of the Pioneers, Louis Armstrong, Johnny Cash y Randy Newman.

23/6/14

Durante el resto de su vida

Gulian Weir había nacido y se había criado en West Point, hijo del profesor de dibujo de la Academia Militar y artista de cierto renombre, Robert Walter Weir.

El 2 de julio 1863, en la batalla de Gettysburg, el primer teniente Gulian V. Weir (25 años) mandaba una batería del Quinto de Artillería de los EEUU. Su caballo recibió un disparo y cayó con él; mientras luchaba por liberarse del animal, él fue a su vez alcanzado por una bala; con dos de sus hombres muertos y catorce heridos, Weir decidió retirarse con los hombres que le quedaban, abandonando tres cañones al enemigo.

Durante el resto de su vida fue perseguido por los recuerdos de ese incidente y las acusaciones de cobardía.

“Durante el resto de su vida”. El 18 de julio (San Federico) de 1886 Gulian Weir se desnudó y colocó el cañón de un rifle 45 ‘Springfield’ sobre su corazón. Con el dedo gordo del pie se las arregló para apretar el gatillo y, de paso, dejar a su mujer viuda y a sus seis hijos huérfanos.

Un típico caso de amor propio no correspondido.

22/6/14

Más irlandeses

Es sabido que la población blanca de los EEUU es una mezcla (no, no me oiréis decir "crisol", no) resultante de las diferentes oleadas migratorias procedentes de la "vieja" Europa; en la época de la Guerra, sobre todo, alemanes e irlandeses (luego ya vendrían rusos, italianos y más irlandeses). El método de formación de los regimientos de voluntarios en la Guerra de Secesión era bastante "casero".

Los Regimientos de voluntarios, como unidad base de la organización de la infantería en esa contienda (de unos 700 a mil hombres, 2 ó 3 Regimientos formaban una Brigada, 2 ó 3 brigadas una División, y 2 ó 3 Divisiones un Cuerpo de Ejército, todo con matices y según, claro) se reclutaban en un Estado, incluso en un condado, o en una ciudad si ésta daba de sí lo suficiente, agrupando a los voluntarios por vecindad, afinidades políticas... y país del que habían emigrado, normalmente a partir de un jefe político que "oficiaba" de coronel (incluso equipándolo a veces a su costa) y los correspondientes capitanes de Compañía elegidos más o menos democráticamente, pero sin tener en cuenta su experiencia militar, que era comparable a la mía con el rafting.

Así como Regimientos alemanes prácticamente sólo hubo en el Ejército del Norte (era allí donde sus componentes estaban mayoritariamente afincados), los irlandeses se formaron tanto para defender la Unión como la Confederación. Se dice que en el Ejército de la Unión había unos 150 mil irlandeses (más o menos un 10% de todos sus efectivos) y 146 de ellos recibieron la Medalla de Honor. Fueron voluntarios, y también reclutados a la fuerza (como recién emigrados no conformaban la capa de población más pudiente y, por tanto, estaban más sujetos que otros colectivos al reclutamiento forzoso).

En el Ejército Confederado la presencia de irlandeses llegó a alcanzar unos 40 mil hombres. Tanto en uno como en otro bando los voluntarios irlandeses portaban una bandera verde adornada con un arpa dorada y, como se ve en este video de la película "Dioses y Generales", algunos soldados llevaban en la gorra una rama de ¿brezo?; el fragmento corresponde a la batalla de Fredericksburg (diciembre de 1862), en la que se enfrentaron irlandeses contra irlandeses.

21/6/14

Un amigo leal

La película "Cabalgando con el diablo" fue dirigida en 1999 por Ang Lee (tipo que, perdón por el infame chiste, siempre me ha recordado a mi tía Angelines) y la protagonizaron, entre otros, Spiderman y Jewel; está entretenida, imágenes espectaculares, bien ambientada históricamente y con las dosis justas de violencia gratuita, aunque no deja de ser una "peli para chicas" (y no digo que esto sea nada malo).

William Quantrill

Lo más interesante es que recrea bastante bien el alcance y motivaciones de la actuación de las bandas de irregulares ("guerrilleros") formadas en el Estado fronterizo de Missouri, la más famosa de las cuales fue la capitaneada por William Quantrill, un bandido y asesino como casi todos sus hombres (Jesse y Frank James, entre otras "celebridades") tristemente famoso por su ataque e incendio de la indefensa ciudad de Lawrence, Kansas, el 21 de agosto de 1863; casa por casa sacaron a todos los varones de cada familia y los mataron ante sus familias (unos 200 hombres y chavales fueron asesinados).

Los hermanos James

La película recoge este episodio de forma tan preciosista como aburrida (Ang Lee, recuerdo); de lo mejor del guión, para mí, cuando Jeffrey Wright, el actor que interpreta a un ex esclavo que pelea al lado de los guerrilleros sureños (el personaje menos loco de la película, por cierto), explica las razones que le llevaron a unirse a esa banda: no lucha por una causa, un país o una bandera, lo hace porque su amigo también lucha y él es un amigo leal.

20/6/14

Meade, la Viña y el Mentidero

George Gordon Meade mandó las tropas de la Unión durante la batalla de Gettysburg (julio de 1863) y, nominalmente, el Ejército Federal que operó en el este durante el resto de la Guerra.

Meade, retratado por Matthew Brady

Ulysses Grant, al ser nombrado comandante en jefe de todas las fuerzas de la Unión, abandonó el oeste y se unió a las tropas de Meade que luchaban contra Lee. De ahí lo de "nominalmente", porque aunque era el Ejército al mando de Meade, tener al lado en todo momento a Grant (quien, por supuesto, no se quedaba al margen) no dejaba de ser una incómoda situación para George Meade y, en todo caso, le privó de cualquier mérito que la Historia le pudiera tener reservado.

El caso es que George había nacido en Cádiz en 1815, hijo de un comerciante agente del gobierno de EEUU allí destinado, que se arruinó económicamente (dicen) a causa de su apoyo a los españoles contra Napoleón; George vivió en Cádiz hasta los 13 años cuando, al morir su padre, regresó a EEUU e ingresó en West Point. Es decir, que el chaval tuvo tiempo de conocer y corretear, cual Gabriel Araceli, por Puerta Tierra, la Caleta, la Catedral, la Viña y el Mentidero. Vamos, tó Cai.

19/6/14

Pío Nono

El Papa Pío IX fue famoso por muchas cosas, unas buenas, otras malas y otras mediopensionistas: su papado (1846-1878) es el más largo hasta la fecha de la historia de la Iglesia; declaró anatema, entre otros, el socialismo, el comunismo, el liberalismo y las sociedades secretas, proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción, perdió en favor de Italia la soberanía de los Estados pontificios y excomulgó por ello al rey Víctor Manuel II de Saboya, y (cosa que personal y especialmente le agradezco) aprobó la Constitución y la Sociedad Salesianas.


Pero para lo que aquí interesa, aunque Pío IX nunca reconoció oficialmente los Estados Confederados (la diplomacia vaticana, a éstos los vas a pillar en un renuncio), sus simpatías (siquiera a título personal) estaban claramente en favor del Sur. Según algunos, en el ánimo pesaba la visión (errónea a mi entender) del Norte industrial y avanzado como nido de peligrosas ideas y modernidades demasiado avanzadas, y el Sur agrícola y conservador como guardián de las esencias de la tradición.

En una carta personal a Jefferson Davis lo trató como "Honorable President of the Confederate States of America", cosa que entristeció grandemente a Lincoln (estos herejes siempre tan preocupados por la opinión del Papa de turno).

Robert E. Lee (otro hereje impresionable), que tenía su propio retrato autografiado del Papa, señaló tras la guerra que el Papa fue el único "soberano" de Europa que mostró algo de cariño por "nuestra pobre Confederación".

18/6/14

El discurso

El viejo Abe Lincoln hizo el mejor discurso que en mi opinión ha hecho nunca un Presidente americano y, si se me apura, angoleño. Lo pronunció con motivo de la inauguración del cementerio de los caídos en Gettysburg, la sangrienta batalla que tuvo lugar los primeros días de julio de 1863.

El acto se celebró el 19 de noviembre siguiente, y Lincoln intervino tras lo que se consideraba el discurso-dedicatoria principal, a cargo de un tal Edward Everett, tenido por entonces como el mejor orador de la época; el tipo, Everett, estuvo dos horas de reloj largando sin parar, mientras que Lincoln se despachó a continuación con diez frases dichas en menos de tres minutos:


Hace ocho décadas y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación concebida en la libertad y consagrada al principio de que todas las personas son creadas iguales.

Ahora estamos empeñados en una gran guerra civil que pone a prueba si esta nación, o cualquier nación así concebida y así consagrada, puede perdurar en el tiempo. Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa guerra.

Hemos venido a consagrar una porción de ese campo como lugar de último descanso para aquellos que dieron aquí sus vidas para que esta nación pudiera vivir. Es absolutamente correcto y apropiado que hagamos tal cosa.

Pero, en un sentido más amplio, nosotros no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este terreno. Los valientes hombres, vivos y muertos, que lucharon aquí ya lo han consagrado, muy por encima de lo que nuestras pobres facultades podrían añadir o restar. El mundo apenas advertirá y no recordará por mucho tiempo lo que aquí digamos, pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron aquí.

Somos, más bien, nosotros, los vivos, quienes debemos consagrarnos aquí a la tarea inconclusa que los que aquí lucharon hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos más bien los vivos los que debemos consagrarnos aquí a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que de estos muertos a los que honramos tomemos una devoción incrementada a la causa por la que ellos dieron la última medida colmada de celo. Que resolvamos aquí firmemente que estos muertos no habrán dado su vida en vano. Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra".

Pintura de Norman Rockwell (1942)

17/6/14

Soy Kilrain, del 20º de Maine

Ayer hablaba del Regimiento nº 20 de Maine, al mando de su coronel, Joshua Chamberlain, que se hizo famoso por salvar el flanco izquierdo de la Unión el segundo día de Gettysburg.

Gran parte de la película 'Gettysburg', 1993, basada en la novela de Michael Shaara y de las que hablé aquí, está dedicada al episodio al que he hecho mención; en la novela y en la película aparecen miembros históricos del Regimiento: el citado Chamberlain, su hermano Thomas, el capitán Spears... y otros ficticios, como el sargento Buster Kilrain, irlandés de origen, interpretado en la película por el actor Kevin Conway.

Pues bien, escuchando al gran Steve Earle (gran compositor, porque como activista político es más bien cansino) he encontrado esta canción que trata del sargento Kilrain e incluso emplea algunas de las frases del libro (y la película):


 

"Soy Kilrain, del 20º de Maine
y maldigo a todos los caballeros cuyos únicos méritos
son el nombre de su padre y el sudor de otro trabajador.
Llegamos desde las granjas y desde las calles de la ciudad,
y de cientos de tierras extrañas,
y derramamos nuestra sangre en el calor de la batalla:
ahora todos somos americanos".

16/6/14

Los hermanos Chamberlain

I

El Bowdoin College es una pequeña (menos de dos mil estudiantes) universidad privada en el estado de Maine. Fundada en 1794, en los “rankings” estadounidenses siempre aparece entre las diez mejores pequeñas universidades del país.

Así, a bote pronto, aparecen tres alumnos ilustres del Bowdoin en el s. XIX: Henry W. Longfellow, autor del poema “La canción de Hiawatha", estudió y fue profesor allí; también fue alumno en Bowdoin Nathaniel Hawthorne, autor de la “Letra Escarlata”; personalmente no me gusta cómo escribe, pero un tipo a quien Herman Melville le dedica su “Moby Dick” no debe ser un piernas.

Joshua Lawrence Chamberlain
Joshua Lawrence Chamberlain (1828–1914) estudió y fue profesor de retórica en el Bowdoin College; allí conoció a gente como Harriet Beecher Stowe, esposa de otro profesor, y autora de “La cabaña del tío Tom”. Al estallar la guerra, Chamberlain se alistó en contra del criterio de la dirección del Bowdoin (tuvo que mentirles diciendo que se acogía a un período de excedencia para ampliar estudios) en el 20º de Maine, del que fue nombrado teniente coronel a pesar de su nula preparación militar.

"Courage in Blue", Mort Künstler
Luchó en Fredericksburg y en Gettysburg, donde el regimiento alcanzó la gloria al mando del ya coronel Chamberlain al defender, el segundo día de la batalla, el extremo izquierdo del flanco de la Unión.

Ilustración de Dale Gallon
Por esta acción recibiría Chamberlain la Medalla de Honor del Congreso. El 20º de Maine y su coronel participaron posteriormente en el asedio de Petersburg y, tras diferentes batalles y heridas, Chamberlain fue ascendido a general. En la ceremonia de la rendición formal de Lee en Appomattox fue designado para mandar las tropas de la Unión allí presentes. Por su cuenta, y sin encomendarse a nadie, ordenó a sus hombres presentar armas ante los confederados rendidos que desfilaban derrotados, detalle que no gustó a más de uno.

Joshua Lawrence Chamberlain
Con la paz, su popularidad como héroe de guerra le llevó a ganar las elecciones a gobernador de Maine durante tres mandatos consecutivos; posteriormente presidió el Bowdoin College hasta que tuvo renunciar a ese puesto por la enfermedad causada por sus heridas de guerra. Murió en 1914 tras un largo y feliz matrimonio y rodeado de hijos y nietos.

II

Thomas Chamberlain
Thomas Chamberlain era el pequeño de los hermanos; un niño enclenque, enfermizo, mimado y sobreprotegido por su madre.

El único de los hermanos que no fue a la Universidad, empleado en un pequeño almacén de comestibles, con la Guerra se alista como soldado raso en el 20º de Maine, Regimiento en el que su hermano Lawrence era teniente coronel (y más tarde coronel). Tom lucha durante toda la contienda (la vida dura en el campo le fortalece y mejora su salud) y participa, ya como teniente, en la famosa carga de Gettysburg. Cuando, más adelante, el coronel Chamberlain es herido de gravedad y desahuciado por los médicos, la insistencia de Tom hace que el cirujano acceda a intervenir a Lawrence; esto, y los posteriores cuidados de Tom, salvan la vida de su hermano.

Pero antes, cuando nadie daba nada por la vida del coronel, a la vista sus graves y parecía que mortales heridas, se le asciende a general como un reconocimiento casi ‘póstumo’ a su desempeño en Gettysburg; su restablecimiento sorprende a todos, especialmente a quienes le ascendieron, que no contaban con tener un general (vivo) más: con lo que puede decirse que Lawrence también le debe a Tom acabar la guerra como general.

Pero la guerra termina; Lawrence se dedica a ser gobernador y tal, y Tom… Tom es el hermano pequeño: luchó tanto o más que los demás, superó sus carencias físicas, pero con la “paz” deriva de un trabajo a otro, incapaz de mantener una ocupación, se arruina varias veces, cae de nuevo en la enfermedad, y se vuelve un alcohólico y un marido lamentable.

Tom (el pícaro, el simpático, el canalla) pide varias veces ayuda económica a su hermano Lawrence (tan famoso, tan leído y tan heroico) y éste unas veces se la presta… y las más no. Triste y desanimado, Thomas muere a causa de sus muchas enfermedades y, sobre todo, de sus pocas ganas de seguir viviendo, a la edad de 55 años.

A pesar de su servicio honorable en veinticinco batallas y escaramuzas, Tom casi nunca acudió a las reuniones del Regimiento, y no estuvo presente en la inauguración del monumento al 20º de Maine en Gettysburg, en 1889, donde Lawrence dio un discurso memorable (y casi seguro que bastante coñazo). Imagino que Thomas pensó: “It sucks”.


Ilustración de Mort Künstler

15/6/14

Fuera del guión: la historia de Rudy Bowman


Hace poco hablé aquí de la película “La Legión Invencible” (John Ford, 1949) en la que se mostraban los últimos momentos del “general” Rome Clay y la oración fúnebre a él dedicada.

Hace un tiempo, por casualidad, encontré un artículo del 'Selecciones del Reader’s Digest' de junio de 1949; está en inglés y me he atrevido a traducirlo de forma tan voluntariosa como cacahuera (y algo libre); su autor es un tal Grady Johnson y se titula “Fuera del guión”. Voy a ello:




Sobre el desierto habían dispuesto raíles de aluminio para las ruedas de goma de las cámaras, y grandes paneles de papel brillante reflejaban la luz del sol sobre una franja de arena al pie de uno de los cerros de Monument Valley, en Utah. “¡Todos a sus puestos!” La tranquila voz del ayudante de dirección sonó áspera en la quietud del valle.

Wayne, Ford, Johnson

Los actores John Wayne, John Agar y Ben Johnson, con sus uniformes de la caballería, se hicieron a un lado para dejar pasar a un “extra” de mediana edad. Observaron cómo se tendía ante la cámara; entonces, entraron en la escena con él. Ni un sonido. El único movimiento era el de un águila ratonera volando plácidamente en el cielo de platino. El objetivo de la cámara se preparó.

Un hombre se plantó ante la lente y levantó una claqueta en la que se leía: “Argosy Pictures. She wore a yellow ribbon. Escena 137. Director, John Ford. Technicolor”. Entonces el hombre hizo algo inusual. En vez de mirar al operador de cámara, se volvió a contemplar al extra tendido en el suelo detrás de él. Por entonces todo el mundo estaba mirando a Rudy Bowman. Rudy sentía todos los ojos sobre él, por lo que volvió la cabeza y fijó su mirada, reflexivamente, en el águila. Era su momento, la oportunidad que había esperado. ¿Sería capaz de declamar sus líneas? Tragó saliva y miró a la cámara. Wayne, de pie ante él, le guiñó un ojo. Bowman sonrió y exhaló un largo suspiro. El director John Ford miró sus dedos entrelazados. “Motor”, exclamó, casi de forma inaudible. Bowman elevó su barbilla y una luz apareció en sus ojos.

Todos los presentes conocían su historia.

A principios de la década de 1900 los habitantes de Newton, Kansas, daban por sentado que el joven y guapo Rudy Bowman llegaría a ser un cantante o actor profesional. Cuando participaba en la obras de Navidad y en los cantos comunitarios, las facciones regulares del niño, su pelo rubio ondulado y su rica voz de soprano le convertían en la sensación local. Rudy también tenía confianza en sí mismo. Se jactaba de conseguir siempre lo que quería si esperaba lo suficiente. La bicicleta, el pony y el rifle que anhelaba llegarían de una forma u otra. Cuando cumplió 24, la chica a la que amaba se convirtió en su esposa y él consiguió el trabajo que quería.

Poco antes del mediodía del 3 de noviembre de 1918, el soldado raso Rudolph Bowman, con otros siete hombres del Cuartel General de la 89ª División, se arrastraba sobre el vientre hacia una posición artillera alemana cerca del río Mosa. De repente, la tierra explotó ante ellos. Todos menos Bowman murieron al instante.

Sangrando por la garganta, intentó gritar pidiendo ayuda, pero no podía emitir sonido alguno. La metralla había destrozado sus cuerdas vocales. Respirar era igualmente difícil. A causa de la herida, una sección de su tráquea formaba una válvula que emitía una especie de silbido cuando intentaba respirar. Sólo manteniendo su respiración de manera lenta era capaz de conseguir algo de aire. Cercano a la asfixia, pensó varias veces que la muerte sería una bendición. Pero cada vez que estaba a punto de rendirse, algo le decía: “espera”.

Le rescataron dos horas más tarde y esperó toda la noche en un puesto de primeros auxilios antes de ser trasladado a un hospital. Aunque había pasado 89 días en el frente sin casi reposo, no se atrevía a dormirse por temor a asfixiarse. Al día siguiente, en un hospital en Barois los médicos se disponían a operarle. Las enfermeras tenían el éter preparado. Frenéticamente Bowman indicó que quería lápiz y papel. Débil por el dolor y la pérdida de sangre, se las arregló para garabatear: “Intento controlar mi respiración; si usan éter, me ahogaré”. El médico rápidamente hizo una incisión en la garganta de Bowman e insertó un tubo respiratorio.

Trece meses y once hospitales después, el único sonido que Bowman podía emitir era el resultante de aclararse la garganta. Enfermeras y médicos le contemplaban con lástima porque sabían, por un cuestionario de rutina, que quería convertirse en actor. Un día Bowman experimentaba con los sonidos de aclararse la garganta. Descubrió que podía variarlos apretando su garganta y forzando violentamente el aire hacia arriba desde su diafragma. Pronto pudo convertir a estos gruñidos abdominales en palabras sencillas y chirriantes. Las enfermeras se acostumbraron a esos ruidos extraños y empezaron a entender algunos de ellos. Un cirujano pensó que Bowman estaba hablando con los pliegues ventriculares de su garganta y cortó parte del tejido de la cicatriz para mejorar la calidad de los sonidos. Viendo esperanzas para él, la Administración de Veteranos envió a Bowman al Instituto para Sordos de San Luis.

Durante ocho meses, diariamente, ejercitaba los músculos del diafragma y la garganta hasta quedar exhausto. Un día de septiembre de 1920, Bowman se dirigía nervioso al centro del escenario del Arsenal de San Luis. Se encontraba allí para realizar una demostración de su “voz”. Era una exhibición monstruosa, si no patética, promovida por el Instituto y la Asociación de Veteranos. Con sonidos chirriantes, inhumanos, Bowman no sólo “habló”, sino que llegó a “cantar” “The Holy City”. Entre el público un bebé comenzó a llorar. Al acabar la canción Bowman explicó: “Es mi pequeña hija, Bonita. Me hace muy feliz que me pueda oír suficientemente bien como para sentirse molesta”.

Una grabación de la canción se envió a la Biblioteca del Congreso en Washington. La Asociación de Veteranos describió la actuación de Bowman como uno de las raras ocasiones en que se pudo escuchar a alguien hablando sin cuerdas vocales. El “milagro” le llevó a ser examinado una y otra vez por los médicos.

Los años 20 encuentran a Bowman en Hollywood. El cine era mudo y la calidad de la voz de un actor no importaba. Encontró trabajo como ayudante de cámara y participó como extra en numerosas películas. Entonces llegó el sonido. Los compañeros de Bowman le aconsejaron, amistosamente, que rechazara la idea de cualquier papel hablado, pues su voz, aunque admirable considerando su incapacidad, sonaba como un gruñido. Bowman se negó a retirarse.

Continuó practicando con su voz. Y esperó. Diariamente ejercitaba la terrible tensión muscular que le producía el intento de hablar. Una hora de ejercicios le dejaba ronco durante días. Mientras tanto, conseguía más trabajo que el resto de extras debido a su majestuosa apariencia. Su cabello castaño claro y largo, el gris bigote y las largas patillas le convertían en una elección perfecta para muchos directores. Pero no perdía la esperanza de encontrar un día la oportunidad de declamar unas pocas líneas, aunque fueran insignificantes. Lo deseaba más que ninguna otra cosa.

Entonces conoció a John Ford. También veterano de guerra herido y presidente de la sección cinematográfica de la Orden del Corazón Púrpura, Ford empleaba siempre que le era posible a portadores de esa condecoración por heridas de guerra. Como casi todos en la industria del cine, conocía a Bowman de vista y sabía de su historia. Mientras hablaban, Bowman confesó entre risas su anhelo de hablar ante la cámara. Algo se encendió en la mente de Ford. Estaba a punto de comenzar una nueva película. En ella, un soldado moribundo declamaba tres líneas. “Rudy”, le dijo, “Creo que puedes hacerlo. Sólo espera”.

Así fue como el 3 de noviembre de 1948  —30 años después de que la metralla destruyera su capacidad de hablar—  Rudy Bowman, de 58 años, se tendió sobre la arena del desierto ante una cámara de cine, desempeñando un pequeño papel en una película sonora. Ford dijo: “Muy bien. Habla”. Desde las torturadas profundidades de su abdomen, con un nudo en la garganta provocado por los músculos y la emoción, llegaron las primeras palabras de Rudy Bowman ante la cámara. Fueron ásperas y agudas, pero habladas por un viejo soldado:

No se preocupe por mí, Capitán”, dijo el soldado moribundo. “Espero que perdone mi presunción… quisiera elogiar a los muchachos por cómo han llevado esta acción…”. Aquí la voz de Bowman se quebró. Lágrimas brillaban en sus mejillas y caían a la arena caliente. Una actuación maravillosa, pero no estaba en el guión. Tragó saliva, apretó los músculos del estómago y continuó “… según la mejor tradición de la caballería”. La voz había sido perfecta para un hombre moribundo. Fred Kennedy, un duro especialista, gruñó: “Tú, maldito … (intraducible), tú eres el primer hombre que me ha hecho llorar”.

Bowman se levantó y se retiró a esconder sus propias lágrimas. Había esperado mucho tiempo.


  • Sólo cuento con la versión doblada de la escena. Sería interesante encontrar la versión original, donde se pudiera apreciar la voz de Rudy Bowman.
  • Edito: la encontré AQUÍ.
  • No sé si el relato es absolutamente fiel a la realidad, pero la verdad es que importa bien poco. La historia bien pudo haber sido inventada por el propio Ford. Quién sabe.
  • El artículo del Reader’s Digest es bastante flojito de estilo y algo recargado, y mi traducción de aficionado no habrá contribuido precisamente a mejorarlo. No pido disculpas ni condescendencia, sólo doy explicaciones. Pero no siempre es lo mejor escrito, ni lo más bonito, ni lo conveniente, ni lo mejor hecho, ni lo mejor… nada, lo que más nos gusta, ni lo que más nos llena, ni lo que más nos emociona. Afortunadamente.

14/6/14

The Bonnie Blue Flag

La primera bandera (aunque no oficial) de la Confederación del Sur consistía en un fondo azul sobre el que aparecía una sola estrella.

A este símbolo se le dedicó una canción, partiendo de una melodía tradicional irlandesa, y con letra de un tal Harry McCarthy.

Esta escena es de la película "Dioses y Generales", de la que hablé aquí.



Y al inicio de "Centauros del Desierto", los compases casi disimulados de "The Bonnie Blue Flag" (en el video, del segundo 30 al 60), nos dicen, antes que veamos el uniforme de Ethan Edwards y sepamos su historia, que se acerca un auténtico caballero del Sur.

13/6/14

Blue Ridge Mountains

La cordillera "Blue Ridge" en Virginia, fue escenario de memorables escenas de la Guerra de Secesión, sobre todo de los rápidos movimientos a través de aquélla de las tropas de Thomas "Stonewall" Jackson durante la primavera de 1862, tan rápidos que aquéllas recibieron el sobrenombre de "foot cavalry" (caballería a pie).



Esa rapidez se veía favorecida por el conocimiento del terreno de tipos como Jedediah Hotchkiss, eminente topógrafo en una época en que escaseaban los mapas fiables, y a quien incluso mucho más tarde Grant pagó por el derecho a usar sus trabajos cartográficos, aun cuando el bueno de Jedediah ya había caído prisionero.

Pero todo lo de antes es una excusa para poner esta deliciosa escena:

12/6/14

Ninguna virguería

La Conquista del Oeste (How the West was won, 1962) aparece firmada por tres directores, John Ford, Henry Hathaway y George Marshall. No dirigieron simultáneamente, sino que cada uno se ocupó de su parte.

 

Un pequeño segmento de la película está dedicado a la Guerra Civil, concretamente a la batalla de Shiloh, abril de 1862 en Tennessee, y aparecen Harry Morgan (como el general Grant) y John Wayne (como William T. Sherman).


Al guionista y director Joseph Leo Mankievicz (1909-1933) le debemos, entre otras, películas como 'El fantasma y la Sra. Muir', 'Eva al desnudo', 'La condesa descalza', 'Cleopatra' y 'El día de los tramposos'. En una entrevista preguntaron a Mankievicz por los compañeros de profesión a los que más admiraba. Y él contestó: "A George Stevens, William Wyler, BilIy Wilder, Alfred Hitchcock y, sobre todo, a nuestro jefe, nuestro capitán, a John Ford. Cuando fui, con mi esposa, al estreno de La conquista del Oeste (que estaba dirigida por Henry Hathaway, George Marshall y John Ford), mi mujer me preguntó cómo podría saber de lo que era autor Ford, y yo le contesté que cuando viera que la cámara se estaba quieta y no hacía ninguna virguería".


De izq. a derecha y de arriba a abajo: Richard Widmark, Gregory Peck, Debbie Reynolds, Henry Fonda, Carroll Baker, James Stewart, Raymond Massey, Thelma Ritter, Robert Preston, Carolyn Jones, Walter Brennan, John Wayne, Russ Tamblyn, Lee J. Cobb, Harry Morgan, Karl Malden, George Peppard, Eli Wallach, Agnes Moorehead, Mickey Shaughnessy, David Brian, Andy Devine y Brigid Bazlen.


11/6/14

Para desengrasar

Para desengrasar (y porque hoy no tengo mucho tiempo), un videoclip de una canción chula, aunque la escaramuza resulta algo inverosímil.

10/6/14

Abogados

Cuento una historia que tiene que ver con la Guerra de Secesión y con abogados, aunque es verídica.


Clement Vallandigham fue un abogado de Ohio contrario a la Guerra y a Lincoln porque creía firmemente en el derecho de los Estados a separarse de la Unión; tras un discurso público fue detenido y condenado, sin más, a dos años en una prisión militar, en aplicación de las leyes de Lincoln que prohibían criticar la Guerra.

Al terminar la contienda, fue puesto en libertad y regresó a su profesión de abogado.

En 1871, con 50 años, defendía a un hombre acusado de matar a otro en una pelea de bar; su defensa se basaba en que la víctima se había matado accidentalmente a sí misma al tratar de sacar su pistola. Reunido con unos colegas, intentó demostrar su teoría: tomó una pistola y la metió en su bolsillo con el cañón apuntando a su cuerpo.

Pero amigo, va y resulta que la pistola estaba cargada y, cuando la estaba sacando del bolsillo, se disparó entrando la bala por el lado derecho de su abdomen bajo las costillas… justo donde la víctima del juicio de asesinato había recibido el disparo; consciente y tranquilo, fue examinado por los médicos, pero éstos no fueron capaces de llegar hasta la bala.

Sabedor de la gravedad de su estado, llamó a su hijo para darle instrucciones y fue confortado por el pastor de su iglesia. Finalmente murió (valga la redundancia) y, días después, el acusado en el juicio fue absuelto de todos los cargos.

9/6/14

Lincoln y Spielberg

Hoy voy a hacer de “crítico” de cine, mira, con el “Lincoln” de Spielberg. Bueno, no sé si es una película o un capítulo largo de una serie, tipo "John Adams", de la HBO, 2008 (protagonizada por Paul Giamatti), aderezado con partes de "El Ala Oeste de la Casa Blanca" y con una pizca de "Tempestad sobre Washington" (Otto Preminger, 1962).

Bien ambientada históricamente (aunque con errores de bulto, disculpables en todo caso por aquello de la narración asequible), y con algunas partes muy interesantes desde el punto de vista del razonamiento jurídico-político sobre los poderes presidenciales en tiempos de guerra, lo "malo" para mí es que, más allá de otras consideraciones, la película no emociona, cuando el tema que trata daría para ello. Pero bueno, las emociones son como... vamos, que cada uno se emociona con lo que quiere. O puede.

Porque, hablando ahora en general, hay películas fatal hechas, canciones que no valen un pijo y libros que parecen escritos con el culo. Y a pesar de ello nos entretienen, nos emocionan y las vemos, escuchamos y leemos una vez tras otra por lo que cuentan, o cómo lo cuentan, o porque nos parece que las crearon pensando en nosotros. O porque nos las recomendaron, regalaron o dedicaron gente muy especial en contextos también muy especiales, y no podemos disociar la obra (por mediocre que sea) de esas personas o circunstancias.

Al fin y al cabo se trata de disfrutar (cada uno a su manera) de esas creaciones, aunque carezcan de la más mínima consistencia técnica. En condiciones normales de presión y humedad abandonaría el cine a los cinco minutos, quitaría la canción a los quince segundos o dejaría el libro al llegar a la segunda página. He hecho eso en más ocasiones de las que recuerdo. No sé si el arte existe para emocionar; ni si a mayor perfección técnica se produce un sentimiento más intenso; pero algunas veces nos emocionan cosas (incluso personas) que carecen del mínimo nivel; igual es eso lo que cuenta, la emoción. 

***

La formación jurídica autodidacta de Lincoln (por tanto insuficiente) y su consideración de alumno avanzado de la "escuela de la vida" (deja que me ría) lo hacen un tipo ingenioso, dado a las anécdotas-chascarrillos que aplica como "solución" a los graves problemas y decisiones difíciles, incluso trascendentes, que hubo de adoptar durante su mandato.

Abraham Lincoln, fotografiado por A. Berger en 1864

Fracasado en su vida personal-sentimental, físicamente valiente, trabajador incansable, depresivo, y de alguna manera sensible al sufrimiento humano, pero más ante el del vecino que tiene un primo encarcelado que ante las miles de vidas perdidas inútilmente en campos de batalla. Su ideología política se reduce (aparte los "dichos" ingeniosos) al más rancio centralismo (¿jacobino?) precisamente en una nación surgida de la unión voluntaria de Estados libres.

A esa "Unión" (con él al frente, evidentemente) supedita todo lo demás, incluso los derechos individuales. La cuestión de la esclavitud la afronta desde un punto de vista instrumental, reducida a su vertiente jurídico-política, sin ningún tipo de connotación moral: es un racista convencido como, por otra parte, la mayoría de sus compatriotas blancos en esa época.

Su mandato presidencial coincide casi exclusivamente con el período de la Guerra de Secesión, y una guerra no es el campo mejor abonado para el respeto escrupuloso de los derechos ni las libertades individuales, ni para andarse con exquisiteces: es una guerra, es un asco, todo lo contrario de la civilización, el fin justifica los medios, es una barbarie de pesadilla y ya está. Aún así, el "viejo Abe" aprovecha la coyuntura para dar rienda suelta a sus más bajos (quizá no tenía otros) instintos despóticos actuando con arbitrariedad sin límite; eso sí, siempre a golpe de chascarrillo simpático cara a la galería.

***

Un tipo que, como Spielberg, opina que "Centauros del Desierto" es la mejor película jamás hecha entiende de esto, pero sólo me gustan algunas de sus obras, por diferentes y concretas razones.


Por motivos personales e intransferibles, les tengo mucho cariño a "Encuentros en la Tercera Fase" y a "Parque Jurásico". Me gustan mucho (a diferencia de la mayoría de crítica y público) "Amistad" y "1941". Y, más coincidente con esa mayoría, aprecio la primera de Indiana Jones y "El diablo sobre ruedas". Y los primeros 20 minutos del "Soldado Ryan". Y no me canso ni me cansaré de ver "El imperio del sol". Lo demás (ET, Schindler, Color Púrpura, las de Tom Cruise, etc.) no me interesa. Bueno, de ET siempre salvaré este fragmento:

 
Habré visto también unas 73 veces "Blues Brothers" ("Granujas a todo ritmo"), pero ahí lo único que hace Spielberg es salir comiendo un sándwich al final de la película.


***

Y para terminar hoy, y volviendo al "Lincoln" de Spielberg, una anécdota:

En un par de escenas de la película aparece como "extra", ya que no recita ni una línea, un personaje (encarnado por el "actor" Asa-Luke Twocrow) que fue miembro del Estado Mayor del general Grant.



Ely Parker (1828-1895) fue miembro de la tribu de los "Séneca" (una de las que conformaban las "Seis Naciones" de la confederación iroquesa) nacido, antes de cristianar, con el nombre de Hasanoanda; previamente a la contienda fue abogado (aunque no se le permitía actuar ante los Tribunales por no considerársele ciudadano americano) e ingeniero civil. Con la Guerra se unió al Estado Mayor de Grant, llegando a ser su Secretario militar, además de amigo personal. Al llegar la paz ocupó diversos cargos en la Administración y, a pesar de ello (¿o precisamente por ello?) murió arruinado.

Ely Parker redactó de su puño y letra los términos de la rendición de Lee en Appomatox (en la ilustración aparece recogiendo papeles con el coronel Charles Marshall, secretario-ayudante de Lee). En esa ocasión Lee lo confundió con un negro pero, dándose cuenta de su error, se disculpó (!) y le manifestó su alegría por encontrarse en ese momento histórico ante un "auténtico americano". Parker le respondió: "Todos nosotros somos americanos, señor".

"The Surrender", Keith Rocco