29/1/15

No me cogeréis, malditos yanquis.


Rose Greenhow (de soltera O'Neal) nació en 1814 en una plantación de Maryland, de padres esclavistas y católicos.

Quedó sin padre a los tres años, cuando éste fue asesinado; ante la situación de pobreza, Rose, sus hermanas y su madre viuda se trasladaron a vivir a Washington con su tía, quien mantenía una elegante casa de huéspedes cerca del Capitolio.

Rose hizo pronto conocencias entre la alta sociedad de Washington, llegando a formar parte de la “jet set” de entonces; en 1835 se casó con el dr. Robert Greenhow, prominente médico y abogado, que trabajaba en el Departamento de Estado de EE.UU; tuvieron cuatro hijas: Florence, Gertrude, Leila y Rose. Robert murió en un accidente en San Francisco en 1854.

Mensaje cifrado de Rose Greenhow
Rose era favorable a la causa confederada y fue reclutada como espía por el Sur. En julio de 1861 envió desde Washington mensajes cifrados sobre planes y movimientos de tropas de la Unión que ayudaron a la victoria de los sudistas en la primera batalla de Bull Run; temiendo ser descubierta, envió a sus hijas fuera de la ciudad a vivir con otros familiares, quedándose sólo con la pequeña Rose; en agosto es sometida a arresto domiciliario y los agentes nordistas descubren en su casa mensajes cifrados y otras pruebas incriminatorias.

Tras ello, la encierran en prisión y se permite a su hija pequeña de 8 años quedarse con ella (la foto con la niña está tomada en la cárcel). Se dice que incluso desde la cárcel seguía transmitiendo mensajes al Sur. Rose nunca fue sometida a juicio. (Lincoln mucha estatua en el Capitolio y mucho Monte Rushmore, pero el respeto a los derechos civiles no era lo suyo).


En mayo de 1862 Rose y su hija fueron puestas en libertad, a condición de que se mantuvieran dentro de los límites de la Confederación (??). Al llegar a Richmond (Virginia) se le aclamó como una heroína, y fue enviada a Francia e Inglaterra en misión diplomática en favor de la causa Sudista. Se dice que fue recibida por Napoleón III y la reina Victoria. En Londres publicó sus memorias, que gozaron de gran éxito de ventas.

En agosto de 1864 Rose emprendió el regreso desde Europa a la Confederación; el 1 de octubre el barco en que viajaba encalló cerca de Wilmington, Carolina del Norte, mientras era perseguido por una cañonera de la Unión. Temiendo ser de nuevo encarcelada, Rose huyó del barco a tierra en un bote de remos. Una ola volcó el bote y Rose se ahogó. A ello ayudaron bastante los 2 mil dólares en oro que, producto de la venta de sus memorias, llevaba cosidos en su ropa interior y colgados alrededor de su cuello.

Al recuperar su cuerpo se encontró un ejemplar de su libro de memorias y, entre sus páginas, una nota destinada a su hija, la pequeña Rose, que decía… Bueno, no nos importa lo que dijera, hay cosas que han de quedar entre madre e hija.

26/1/15

Si hay que vivir, se vive

Henry H. Sibley (1816–1886) fue un general de Luisiana que mandó el Ejército Confederado en el territorio de Nuevo Méjico (batallas de Valverde y Glorieta Pass).

Inventó y patentó antes de la Guerra la “tienda Sibley”, que fue muy usada por el ejército de la Unión (evidentemente de éste no cobró derechos), incluso por el ejército británico; también inventó la “estufa Sibley”, empleada en el interior de esas tiendas.

(Frederic Remington)

Tras su derrota en Glorieta Pass (marzo de 1862) tuvo varios tropiezos más, fue llevado ante un Consejo de Guerra (ir borracho todo el día y mandar una brigada como que es algo incompatible en opinión de algunos mandamases tiquismiquis) y, aunque finalmente no fue condenado por la acusación de cobardía y desobediencia, se le retiró definitivamente del mando.

Al acabar la Guerra entró al servicio del ejército Egipcio supervisando la construcción de defensas costeras; recayó en el alcohol y fue destituido por enfermo e incapaz. Regresó a EEUU y siguió trabajando en otras invenciones para el ejército; libró su última batalla contra el Gobierno, esta vez en los Tribunales, para obtener compensaciones económicas por el uso de sus patentes.

Murió en la pobreza en 1886.

23/1/15

"When Johnny Comes Marching Home"

Esta canción fue compuesta en 1863 por Patrick S. ("Percy") Gilmore, director de una banda del Ejército de la Unión, concretamente del Regimiento nº 24 de Massachusetts.


A mí me trae dos recuerdos de la infancia, que cuento a sabiendas de que maldito lo que importarán:

El primero, de 7º de EGB, cuando nos hizo aprenderla (con la letra de "the animals went in two by two") la profesora de inglés, Dª M., la única mujer menor de 70 años que veíamos entre esos muros, lo cual explicaba (no diré que justificara) que el Abilio, un tío muy bruto, estuviera cada dos por tres recogiendo su lápiz del suelo a ver si atisbaba lo que se extendía más allá de los tobillos de la susodicha.

Y el segundo, por ser el tema central de un peliculón de Billy Wilder: "Traidor en el Infierno" ("Stalag 17", 1953).

16/1/15

¿Le tocaba siempre el caballo más lento?

El soldado Philip W. Carper, 35º Batallón de Caballería de Virginia, luchó en la batalla de Brandy Station (9/6/1863), donde fue herido de un sablazo nordista y hecho prisionero.

Tras un periodo en prisión fue intercambiado, y nuevamente hecho prisionero el 27 de diciembre; otra vez intercambiado, se rindió en mayo de 1865 al acabar la Guerra.

Murió en 1918.

10/1/15

Custer el estupendo

I

Una circunstancia que explica muchas de las actitudes de George A. Custer y los acontecimientos en los que participó fue que entendió perfectamente, en un momento histórico tan temprano, el poder de los medios de comunicación y su influencia sobre la opinión pública. Créate una imagen y una fama, y todo lo demás rodará solo. Ello le benefició durante la Guerra, luego durante las Guerras indias, y sobre todo después de muerto. Un caso típico en el que la estupenda opinión que uno tiene sobre sí mismo acaba contagiándose a todo el mundo excepto a los que le conocen bien.

Custer salió de la Academia de West Point en 1861 sin haber acabado su formación, como muchos otros, por necesidades de la Guerra que acababa de estallar. Llegó a General no tanto por méritos propios, sino porque hacían falta generales y no había mucha gente con una mínima formación militar. Eran lo que se llamaban "brevet generals", una especie de nombramiento provisional que quedaba sin efecto al terminar la contienda.

El caso es que, acabada la Guerra, su rango quedó en capitán. Es decir, que ni tan siquiera, en el momento de Little Big Horn, era el coronel de su Regimiento, el 7º de Caballería, aunque sí estaba al mando del mismo en esa campaña, como teniente coronel.

La historia, la de siempre; los indios que guardan sus montañas sagradas en lo que es hoy Dakota, Montana y por ahí, bajo el amparo de un tratado firmado con el Gran Padre Blanco, los buscadores de oro que se meten por medio, los indios que les atacan, el Ejército que protege a los buscadores de oro, el Tratado que queda en papel mojado, los periódicos clamando contra los diablos rojos, las elecciones que están próximas, y la cosa que se lía.

II

En la Guerra de Secesión, al mando de sus escuadrones de caballería, Custer perseguía a los rebeldes del Sur y su propia fama ante la opinión pública, en ambos casos con el mismo denuedo y temeridad.

No puede decirse que fuera un tipo cobarde, al revés, pero la temeridad en búsqueda de la gloria no es una cualidad militar, mayormente cuando tantas vidas están bajo tu responsabilidad. Mediante cargas (“trombas”) de caballería, Custer obtuvo muchas victorias durante la Guerra de Secesión, y fue quizás esa forma de pelear la que le perdió años después en el río ‘Little Big Horn’ frente a Caballo Loco, un guerrero sioux que sabía más de táctica por diablo rojo experimentado que por haber asistido a West Point.

A Custer le perdió esa forma de pelear, y también la autoconfianza: pensar que luchaba contra salvajes ignorantes (lo que era cierto, salvo a la hora de combatir) y eso hacía innecesario  —y contraproducente para la gloria personal que buscaba—  esperar refuerzos, contar con artillería y atender los consejos de sus exploradores.


III

Cuando las tropas del coronel Gibbon llegaron al lugar donde el destacamento de Custer había sido aniquilado el 25 de junio de 1876, lo encontraron plagado de cadáveres mutilados de mil maneras, sin caballeras y, algunos, incluso sin lo que no son cabelleras.

(Custer no fue el último en caer en la batalla, tal como lo presenta normalmente el cine, sino de los primeros. Y no perdió todo su Regimiento, sino sólo el destacamento de unos 200 hombres a su mando tras dividir sus fuerzas  —otro exceso de confianza—  antes de la batalla).

A partir de ahí se pusieron en marcha la política, la prensa y la hagiografía. Los indios (la nación sioux) no ganaron ya más batallas e iniciaron su decadencia y su desaparición como pueblo, si es que lo habían sido alguna vez. Custer, con el eficaz y esforzado concurso de su viuda, se convirtió en héroe nacional, ejemplo de virtudes militares e incluso (atención a la cutre-ironía) comprensivo con los indios. 

Hoy es un personaje cuanto menos discutido; su fama ha ido oscilando entre la elevación a los altares y el cuestionamiento total. Desde el héroe de “Murieron con las botas puestas” (Raoul Walsh, 1941), al muñeco patético y grotesco de la hippie “Pequeño Gran Hombre” (Arthur Penn, 1970).

Da igual. El bueno de Myles Keogh que, desde su Irlanda natal y hambrienta de patatas, había luchado en los ejércitos del Papa, cabalgó con Buford en Gettysburg, bailó el vals con la mujer del capitán Nathan Brittles, y cuyo caballo, “Comanche”, sobrevivió a la masacre… hubiera merecido contar a sus nietos sus aventuras. Y no pudo.

4/1/15

Vísperas

¿Cómo fuera para algunos la víspera de Navidad de 1860, la última antes de empezar la Guerra en abril de 1861?

Lincoln había ganado ya las elecciones, pero no había tomado posesión como Presidente de los EEUU. En la víspera de Navidad compró once pañuelos como regalos de Navidad. Siempre tan adulto.

En una tienda de Galena, Illinois, el mismo día de Nochebuena, un agobiado empleado de mediana edad (Ulises S. Grant) atendía a los clientes de última hora.

En una pequeña guarnición de Tejas, el coronel Robert E. Lee escribe a su irascible esposa disculpándose por no poder estar en casa con ella y los niños en Navidad, expresando su preocupación por la crisis nacional, y su esperanza en no tener que elegir entre la lealtad a su país y la lealtad a su Estado.



En el Sur, los esclavos de las plantaciones aguardaban el descanso que suponía la celebración de la Navidad, y en Maryland dos jóvenes negros esperaban con inquietud su próxima venta al día siguiente. (Las Navidades eran una época en que en las plantaciones se aprovechaba para cerrar los libros de cuentas y vender esclavos).

1/1/15

Las hermanas

“Los cuatro jóvenes rostros, sobre los que se reflejaba la luz del fuego de la chimenea, se ilumina­ron al oír las animosas palabras; pero volvieron a ensombrecerse cuando Jo dijo tristemente: 

—No tenemos aquí a papá, ni lo tendremos por mucho tiempo. 

No dijo «tal vez nunca», pero cada una lo añadió silenciosamente para sí, pensando en el padre, tan lejos, donde la lucha tenía lugar. Ninguna habló durante un minuto; después dijo Meg con diferente tono: 

 —Sabéis que la razón por la que mamá propuso que no hubiera regalos esta Navidad fue porque este será un duro invierno para todos, y piensa que no debemos gastar dinero en caprichos mientras nuestros hombres sufren tanto en el frente. No podemos ayudar mucho, pero sí hacer pequeños sacrifi­cios, y debemos hacerlos alegremente”.