En el siglo XIX se empleaba mercurio en la fabricación de los sombreros; la continua exposición a este elemento hacía que los sombrereros sufrieran a menudo enfermedades mentales, hasta el punto que en aquella época, en EEUU, era común el dicho "loco como un sombrerero".
Thomas P. "Boston" Corbett había nacido en Londres en 1832 y emigró a Nueva York, donde trabajó fabricando sombreros. Se casó, pero su mujer murió al dar a luz. Thomas se trasladó entonces a Boston, donde continuó ejerciendo su oficio.
Una noche se topó con un predicador metodista, quien le convenció para unirse a su iglesia. Thomas cambió su nombre por el de 'Boston' (en honor a la ciudad en la que había tenido lugar su 'conversión') y se dejó el pelo largo, en un intento de imitar a Jesús.
En 1858, su recién adquirido fanatismo religioso (al que habría que añadir algún toque de mercurio) le llevó a castrarse con unas tijeras con el fin de evitar la tentación de frecuentar prostitutas. Aún se fue a comer por ahí y a una reunión de su iglesia antes de buscar tratamiento médico.
Con la Guerra, se alistó en el ejército del Norte, luchó, y fue hecho prisionero y recluido en la infame prisión de Andersonville hasta que se le intercambió; al acabar la contienda fue uno de los testigos de cargo contra el alcaide de la prisión, Henry Wirz, de quien hablé aquí.
El caso es que, como ya he contado, recién acabada la guerra Lincoln fue asesinado por John Wilkes Booth, quien huyó tras el magnicidio, y acabó refugiándose en una granja de Virginia. Boston Corbett formaba parte del pelotón de soldados que rodeó la granja y, a pesar de las órdenes terminantes de capturar vivo al asesino de Lincoln, Corbett le pegó un tiro a Booth en la nuca, partiéndole la médula espinal, de lo cual murió en un par de horas.
A pesar de que se presentaron cargos contra él por haber desobedecido una orden directa, y aunque su única disculpa fue que "la Providencia me había guiado", el sombrerero Corbett fue absuelto y convertido en héroe nacional, además de recibir su parte de la recompensa, 1.653,84 dólares.
Licenciado del Ejército, volvió a los sombreros y al mercurio, con lo que compararlo en aquella época como más loco que una cabra no sería exagerado; le dieron el cargo de conserje en un edificio oficial (en atención a sus "méritos"), pero lo despidieron al liarse a tiros con un caballero que, pasando por ahí, no había guardado la debida compostura piadosa, en la opinión de Corbett.
Al fin, su locura lo incapacitó totalmente y se cree que murió en 1894 en una cabaña de Minnesota.
Thomas P. "Boston" Corbett había nacido en Londres en 1832 y emigró a Nueva York, donde trabajó fabricando sombreros. Se casó, pero su mujer murió al dar a luz. Thomas se trasladó entonces a Boston, donde continuó ejerciendo su oficio.
Una noche se topó con un predicador metodista, quien le convenció para unirse a su iglesia. Thomas cambió su nombre por el de 'Boston' (en honor a la ciudad en la que había tenido lugar su 'conversión') y se dejó el pelo largo, en un intento de imitar a Jesús.
En 1858, su recién adquirido fanatismo religioso (al que habría que añadir algún toque de mercurio) le llevó a castrarse con unas tijeras con el fin de evitar la tentación de frecuentar prostitutas. Aún se fue a comer por ahí y a una reunión de su iglesia antes de buscar tratamiento médico.
Con la Guerra, se alistó en el ejército del Norte, luchó, y fue hecho prisionero y recluido en la infame prisión de Andersonville hasta que se le intercambió; al acabar la contienda fue uno de los testigos de cargo contra el alcaide de la prisión, Henry Wirz, de quien hablé aquí.
El caso es que, como ya he contado, recién acabada la guerra Lincoln fue asesinado por John Wilkes Booth, quien huyó tras el magnicidio, y acabó refugiándose en una granja de Virginia. Boston Corbett formaba parte del pelotón de soldados que rodeó la granja y, a pesar de las órdenes terminantes de capturar vivo al asesino de Lincoln, Corbett le pegó un tiro a Booth en la nuca, partiéndole la médula espinal, de lo cual murió en un par de horas.
A pesar de que se presentaron cargos contra él por haber desobedecido una orden directa, y aunque su única disculpa fue que "la Providencia me había guiado", el sombrerero Corbett fue absuelto y convertido en héroe nacional, además de recibir su parte de la recompensa, 1.653,84 dólares.
Licenciado del Ejército, volvió a los sombreros y al mercurio, con lo que compararlo en aquella época como más loco que una cabra no sería exagerado; le dieron el cargo de conserje en un edificio oficial (en atención a sus "méritos"), pero lo despidieron al liarse a tiros con un caballero que, pasando por ahí, no había guardado la debida compostura piadosa, en la opinión de Corbett.
Al fin, su locura lo incapacitó totalmente y se cree que murió en 1894 en una cabaña de Minnesota.
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