Es una historia (con minúscula) recurrente en la Historia (con mayúscula): la del fanático que se cree investido de una misión divina y, por ello, se permite y justifica cualquier medio (incluidos y, sobre todo, los violentos) para lograr sus fines inmediatos; inmediatos y nada más, porque su adolescente visión "cortoplacista" no le permite caer en la cuenta de que está siendo utilizado como "tonto útil" por fuerzas que su corta inteligencia es incapaz de entrever.
No hablo de escraches ni de asaltos al congreso (esto es serio: va de la Guerra de Secesión), sino de John Brown, un tipo en principio bienintencionado que pretendía la abolición de la esclavitud, y cuyo fanatismo fue aprovechado y financiado, siempre en un cómodo y discreto segundo plano, por otros más cobardes e inteligentes que él.
Brown asesinó y cometió crímenes de toda clase bajo el pretexto de luchar contra la esclavitud, actuando como un terrorista de manual, y erigiéndose en juez y parte con el convencimiento mesiánico de que cumplía con una misión divina. No le importó sacrificar vidas inocentes, incluso las de varios de sus hijos, en pro de esa "misión" que, como siempre (vuelvo a la Historia) incluía la creación de una "arcadia feliz" dirigida, cómo no, por él mismo, aunque fuera impuesta a latigazos, con la horca o a balazos.
Hasta que el 16 de octubre de 1859 se la jugó (como buen tonto útil) asaltando con sus compinches un arsenal federal del que fue desalojado a tiro limpio por fuerzas comandadas por el entonces coronel Robert E. Lee (quien aún no había tomado las armas contra su gobierno).
John Brown fue juzgado y ejecutado en la horca el 2 de diciembre siguiente.
En ese raro momento de lucidez que suele acompañar incluso a los fanáticos más estúpidos cuando dicen sus últimas palabras, exclamó: "
creo que quizá mis objetivos estén más cerca de alcanzarse si yo muero".
En efecto, su ejecución (más que merecida, según las leyes del lugar y el momento) sirvió para convertirlo en un mártir del abolicionismo y, olvidándose sus muchos crímenes, en una figura inspiradora para quienes, pocos años después, marcharían a matar y sobre todo a morir en el campo de batalla en lo que creían, en su ingenuidad, una guerra liberadora de esclavos negros.
El video que adjunto (de la serie televisiva “Norte y Sur”) tiene la misma veracidad histórica que la película "Campanilla y el reino de las hadas", pero está curioso y sale "el hombre de negro".